Este martes, la tuitera, activista y creadora de contenidos conocida como Barbijaputa compareció ante la Audiencia Provincial de Madrid acusada de delitos de odio contra la comunidad judía e israelí, así como de trivializar el Holocausto. María P. B., quien ha mantenido su identidad en el anonimato desde 2009 bajo el nombre de Barbijaputa, se ha hecho conocida por su estilo crítico y ácido en la red social X, anteriormente Twitter. Su cuenta, que mezcla humor y polémica, es una plataforma desde la cual expone su ideología feminista y antifascista. El pseudónimo Barbijaputa surgió inicialmente como un blog para combatir la soledad tras mudarse a Tenerife, y se ha convertido en su medio expresivo a través de su podcast «RadioJaputa». A lo largo de su carrera, ha combinado su presencia en redes con la publicación de libros y participación en medios, posicionándose como una influyente figura del activismo político con un amplio seguimiento en diversas plataformas digitales.
El juicio que ahora enfrenta María P. B. ha sacado a la luz no solo su identidad, sino también el delicado balance entre la libertad de expresión y los límites del humor. El fiscal ha solicitado para Barbijaputa una pena de un año y nueve meses de cárcel por provocación al odio, así como la inhabilitación para el uso de redes sociales, todo ello a raíz de una serie de tuits emitidos entre 2011 y 2017. Estos mensajes incluyeron comentarios polémicos en los que se hacía mención al Holocausto, provocando críticas desde varios sectores ideológicos, incluido el propio feminismo, del que algunos la tachan de tránsfoba y homófoba. María P. B. ha defendido su derecho a criticar distintas ideologías sin caer en el racismo. La controversia se centra así en el clamor por definir los límites de lo permisible en el espacio público, y su caso promete reavivar el debate sobre los derechos y responsabilidades inherentes a las plataformas digitales y el activismo anónimo.
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