La reciente encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP) revela una preocupante percepción de la población chilena respecto al estado actual del país, con el 84% de los encuestados describiendo la situación de Chile en términos de «decadencia» y «estancamiento». Esta visión pesimista, aunque ha disminuido desde diciembre de 2019 cuando alcanzaba el 92%, sigue siendo alarmante para un país que experimentó un notable crecimiento económico en décadas pasadas. Desde el año 2014, las expectativas ciudadanas han mostrado un cambio significativo hacia el desaliento, reflejado en el aumento de personas que consideran que la nación está en decadencia. Este sentimiento de insatisfacción pública se ve respaldado por los indicadores macroeconómicos, los cuales han mostrado un «underperformance» en los últimos diez años, con tasas de crecimiento e inversión insuficientes para satisfacer las necesidades sociales y asegurar recursos para el Estado.
El análisis también sugiere que las reformas políticas y económicas de años anteriores han socavado acuerdos fundamentales en la sociedad chilena, contribuyendo a un ambiente político cada vez más populista y una burocracia que frena el desarrollo económico. Aunque expertos como Michael Reid reconocen que los fundamentos democráticos y económicos del país permanecen sólidos, destacan que para avanzar no basta con estos cimientos. Las voces expertas y la opinión pública coinciden en la necesidad de acciones concertadas que vayan más allá del discurso, abordando los problemas estructurales que impiden un crecimiento sostenible y capaz de resolver las carencias sociales. Ante esta realidad, es imperativo que las autoridades chilenas tomen decisiones valientes para reactivar un crecimiento económico que supere el umbral de supervivencia y se encamine hacia un desarrollo inclusivo y sostenible.
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