En casa de Lucía Uguina, los perros Rayo y Gina son los consentidos. Gina llegó en un momento crítico para la familia tras el fallecimiento de la abuela, ayudando a superar una profunda depresión materna. Aunque al principio fue difícil, Gina se adaptó bien y un año después adoptaron a Rayo, a quien Gina conoció en el refugio. Rayo llegó con mucha ansiedad y agresividad, pero, pese a las recomendaciones de expertos para devolverlo, la familia de Uguina se armó de paciencia y trabajó con él hasta convertirlo en un perro cariñoso. Lucía, ahora con diez y once años junto a sus perros, destaca que nunca les importó la raza, priorizando el amor y la oportunidad de darles un hogar.
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