Las elecciones presidenciales en Irán, adelantadas tras la muerte repentina del presidente Ebrahim Raisí y del ministro de Exteriores en un accidente aéreo, se desarrollan en un marco de control y previsibilidad bajo el dominio de la Guardia Revolucionaria y la Oficina del Líder Supremo, Alí Jamenei. El régimen busca aumentar la participación electoral y mantener la estabilidad, aunque la mayoría de la población se muestra indiferente o repulsiva, con una tendencia hacia demandas de cambio estructural. Figuras vinculadas al régimen y a actos de represión histórica son los candidatos principales, destacándose Mostafa Pourmohammadi, Saeed Jalili, Mohammad Bagher Ghalibaf, Alireza Zakani y Masoud Pezeshkián. Organizaciones y activistas llaman al boicot de unas elecciones vistas como una farsa de legitimidad, mientras el régimen planea una intensificación de la represión post-electoral.
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