La inmigración en España se encuentra estrechamente vinculada al trabajo, un discurso que sostiene que sin la contribución de los migrantes, sectores clave de la economía se verían gravemente afectados. Los inmigrantes son fundamentales en la construcción, el cuidado de personas mayores y la hostelería, sectores donde su presencia es evidente. Sin embargo, esta percepción ha reducido a las personas migrantes a meros recursos económicos, valorados principalmente por su capacidad productiva, lo que ha llevado a que se descuide su valor desde una perspectiva ética, cultural e histórica.
Este enfoque no solo limita el reconocimiento de las contribuciones de los migrantes más allá de lo económico, sino que también margina sus derechos y dignidad como individuos. Aunque el impacto económico es innegable, existe un llamado a replantear la discusión sobre la inmigración, poniendo en el centro su dimensión humana. La necesidad de un debate integral que reconozca y valore la diversidad cultural y la experiencia migratoria como partes esenciales del tejido social español es cada vez más urgente.
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