Al final del verano, la autora reflexiona sobre la euforia y el nerviosismo vividos durante los Juegos Olímpicos, contrastándolos con la tristeza que le produce la falta de reconocimiento a los éxitos de los atletas paralímpicos. A pesar de los logros significativos, como la obtención de medallas por parte de estos deportistas, la cobertura mediática y el reconocimiento público son inadecuados. Este desequilibrio provoca una profunda consternación, cuestionando el verdadero alcance de la igualdad en nuestra sociedad y señalando la necesidad de una reflexión colectiva sobre cómo valoramos estos logros.
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