Los expertos subrayan la importancia de proteger el suelo quemado principalmente durante el primer año tras un incendio para mitigar la erosión y favorecer la recuperación del ecosistema. La tierra calcinada se vuelve particularmente vulnerable a los efectos de la lluvia, lo que puede provocar deslaves o pérdida de nutrientes esenciales. Este período crítico requiere intervenciones inmediatas, como la colocación de barreras naturales y la reforestación controlada, que ayudan a estabilizar el terreno y facilitar el rebrote de la vegetación.
Además, es fundamental implementar prácticas sostenibles para asegurar un restablecimiento eficaz y prevenir futuros incendios. Los especialistas recomiendan monitorear el crecimiento de nuevas plantas y gestionar adecuadamente las especies invasoras que podrían afectar la biodiversidad local. A través de estas medidas, se busca garantizar que el ecosistema recupere su funcionalidad y resistencia, minimizando así las consecuencias de los incendios forestales sobre el medio ambiente y las comunidades cercanas.
Leer noticia completa en El Mundo.