Los comicios en Estados Unidos inaugurarán una nueva fase en la relación bilateral con México bajo el liderazgo de la actual presidenta Claudia Sheinbaum. Enfrentándose a herencias de crisis en seguridad y tensión con el vecino del norte, Sheinbaum ha logrado proyectar fortaleza en sus primeros meses en la presidencia. Su gobierno ha caminado hacia la normalización de relaciones diplomáticas con Washington, un giro estratégico tras las críticas de EE. UU. a la reforma judicial del mandatario anterior. En este contexto, la elección presidencial estadounidense no solo marcará el curso de la política al otro lado del Río Bravo, sino que también nutrirá tensiones que resuenan en la política interior mexicana. La presidenta ha dado señales de que no será menos habilidosa que su predecesor en la gestión de las relaciones con Estados Unidos, especialmente si el resultado de las urnas en EE. UU. tarda en definirse.
Mientras tanto, la cuestión del narcotráfico sigue siendo un punto de conflicto crucial. El arresto del narcotraficante Ismael “Mayo” Zambada en territorio estadounidense ha levantado críticas por parte del gobierno mexicano, que denunció la falta de transparencia en el operativo. La mandataria mexicana ha señalado que cualquier intento estadounidense de intervenir más allá de sus fronteras en la lucha contra el narcotráfico será enfrentado con resistencia, insistiendo en el respeto a la soberanía nacional. Con la contundente mayoría legislativa de Morena, Sheinbaum cuenta con el poder para llevar a cabo cambios constitucionales significativos que podrían redefinir las relaciones con Estados Unidos. La interacción entre ambos países estará matizada por un enfoque más centrado en la soberanía nacional y la interdependencia económica, sin subordinarse a presiones externas, avanzando hacia una era de colaboración más equitativa y menos subordinada.
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