El asesinato brutal del niño Mateo, de once años, en Mocejón, Toledo, ha conmocionado a la comunidad por su inexplicabilidad y la sensación de vulnerabilidad que ha generado. El atacante, un joven marginado social de 20 años, actuó sin motivos aparentes, incendiendo el temor ante lo impredecible. A este horror se suma la indignación por las calumnias en redes sociales, donde voces anónimas y malintencionadas culpaban falsamente a inmigrantes del crimen. Esta desinformación deliberada persigue alimentar el odio y la violencia contra extranjeros, aprovechándose del dolor de una familia para fines siniestros. La falta de regulación de estos discursos anónimos en plataformas digitales plantea serios desafíos legales y morales. Casos personales de acoso y amenazas repetidas en redes revelan la urgente necesidad de eliminar el anonimato y responsabilizar a los usuarios, para evitar que estos espacios se conviertan en vertederos de odio e irresponsabilidad.
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