La epicondilitis, comúnmente conocida como «codo de tenista», afecta a una parte significativa de la población, entre el 1% y el 3%, y es una dolencia particularmente prevalente entre quienes realizan movimientos repetitivos en la muñeca con carga. Esta afección, aunque identificada con el mundo del deporte, tiene su origen en actividades diarias y laborales que implican un uso excesivo de los músculos extensores del antebrazo.
Samuel Pajares, destacado traumatólogo de la Unidad de Mano y Muñeca de Policlínica Gipuzkoa, destaca que aunque el dolor se localiza en el codo, su origen real está en la muñeca. Los movimientos repetidos con carga en esta área provocan inflamación en el tendón unido al epicóndilo lateral del codo, un área de baja vascularización, que desemboca en tendinitis y desgaste tendinoso. Esto, a su vez, puede traer dolor crónico y pérdida de fuerza, complicando así el estado de salud del paciente.
En el ámbito laboral, la epicondilitis ha sido reconocida oficialmente como una enfermedad profesional. Sectors como la limpieza y la peluquería están particularmente afectados, y las personas dentro de estos trabajos realizan movimientos que incrementan el riesgo de desarrollo de esta condición. Recientemente, un fallo judicial en Bilbao respaldó casos de epicondilitis en trabajadoras de estos sectores, reconocido también por el Instituto Nacional de la Seguridad Social.
El auge del pádel, un deporte que ha visto un crecimiento considerable en los últimos años en España, también ha contribuido al aumento de casos de codo de tenista. Esto es especialmente prevalente entre aquellos que no utilizan una técnica adecuada. Con más personas participando en este deporte sin la preparación adecuada, las incidencias de esta lesión han subido notablemente, con la epicondilitis lateral ubicada al tope de las clasificaciones. Pajares sugiere un adecuado calentamiento, fortalecimiento del antebrazo y el uso de equipo correcto como medidas preventivas clave.
Entre los síntomas de esta condición se encuentran el dolor sobre el costado lateral del codo, que puede extenderse al antebrazo, acompañado de una notable debilidad en la mano. Este malestar puede persistir entre seis y nueve meses, aunque en situaciones más severas puede superar el año.
Para abordar y prevenir la epicondilitis, el especialista recomienda una cuidadosa atención a la técnica en actividades deportivas, estiramientos regulares y la intervención profesional de fisioterapeutas. En caso de que el dolor persista, buscar la evaluación de un especialista es crucial para determinar el mejor tratamiento.
Los primeros indicios de esta dolencia deben tratarse con seriedad. Una detección temprana es vital para evitar la cronificación del problema, que puede restringir significativamente la funcionalidad del brazo y las actividades cotidianas. El tratamiento temprano, ya sea a través de medicación, fisioterapia, o en casos extremos, cirugía mínimamente invasiva, es indispensable para una recuperación exitosa y evitar futuras complicaciones que podrían afectar la calidad de vida.