Saúl Ñíguez, una figura icónica del Atlético de Madrid, ha dejado una huella imborrable en el club a pesar de las dificultades en su carrera reciente. Si bien su trayectoria estuvo llena de momentos destacados y goles memorables, especialmente durante la primera etapa de Diego Simeone, donde se consolidó como un talento europeo, su camino ha estado marcado por altibajos. A lo largo de su carrera, el jugador se entregó al equipo, incluso llegando a tatuarse el escudo del club, lo que refleja su fuerte vínculo con la rojiblanca.
Sin embargo, la pandemia y ciertas decisiones tácticas condujeron a una desconexión con el proyecto atlético, provocando que su rendimiento se desvaneciera. A pesar de seguir en grandes clubes, Saúl no logró encontrar su lugar, lo que llevó a que su salida del Atlético se perciba como un adiós silencioso. Aunque sus seguidores lamenten que no alcanzara la longevidad en el equipo que llegó a tener su compañero Koke, su legado de más de 400 partidos y un reconocimiento que pocos han conseguido en el club quedarán en la memoria de los aficionados. A pesar de las decepciones, su historia resuena como la de un amigo que, a pesar de los tropiezos, siempre será recordado con cariño.
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