En un ambiente familiar resurge la tradición de releer «Cien Años de Soledad» de Gabriel García Márquez, una joya literaria que, décadas después de su publicación, sigue fascinando a lectores de todo el mundo. Con la serie de Netflix basada en esta obra como telón de fondo, muchas personas deciden regresar a las páginas de la novela durante las festividades decembrinas. Esta práctica de revisión no solo ofrece una lectura nostálgica, sino que también representa una tendencia común entre los lectores veteranos de redescubrir textos que marcaron momentos significativos en sus vidas. Este fenómeno no solo responde a la inminente finitud del tiempo que apremia una selección más cuidadosa de lecturas, sino también a la posibilidad de experimentar, con ojos más entrenados y maduros, las sutilezas de la narrativa mágica que definió a García Márquez.
Este retorno a Macondo es más que un ejercicio de memoria; se transforma en un proceso de degustación minuciosa de una prosa magistral. La profundidad y la belleza de las descripciones, como las de un hombre envuelto en un aura triste o la exploración demencial del primer Buendía en busca del mar, cobran vida con una fuerza renovada. Las palabras del autor colombiano resuenan con la misma frescura y magia que la primera vez, subrayando su habilidad para conjugar imaginación y lenguaje de manera única. En este contexto, el temor a que la versión televisiva no alcance la altura del texto original queda eclipsado por la satisfacción inmediata y anticipación de reabrir futuros clásicos como los de Tolstoy y Dostoyevsky en el nuevo año. Así, rodeados del ruido cotidiano de la política, estos momentos de relectura ofrecen una especie de refugio atemporal, reafirmando el poder transformador de la literatura.
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