En el reconocido Carnaval de Cádiz, la libertad de expresión brilla con fuerza, permitiendo a las chirigotas expresar abiertamente sus opiniones sin temor a la censura. Este ambiente, característico del carnaval gaditano, contrasta con otros lugares donde las restricciones son una constante. Sin embargo, esta misma libertad otorga al público la capacidad de responder con igual contundencia. Así quedó demostrado en el Teatro Falla, donde una chirigota, con disfraces incomprendidos y una puesta en escena poco acertada, fue recibida con abucheos y cánticos desfavorables. La audiencia, lejos de ser pasiva, reaccionó enérgicamente contra el grupo, identificado rápidamente como un cúmulo de teorías conspirativas de extrema derecha.
La actuación, que pretendía ser satírica, terminó convirtiéndose en un espectáculo marginado por un público que no tolera la banalización de temas serios ni teorías infundadas. La chirigota buscaba la complicidad del público con mensajes desprovistos de rigor, como el negacionismo frente a las vacunas o el cambio climático. Sin embargo, el auditorio del carnaval gaditano, astuto y crítico, respondió con total rechazo, montando su propia fiesta en lo que se convirtió en un duelo de dinámicas escénicas. En un intento fallido por captar la atención, el grupo se enfrentó a una manifestación de desaprobación clara y ruidosa, un recordatorio de que en Cádiz la irreverencia es bienvenida, pero no a costa de la integridad y la inteligencia de su público.
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