En la actualidad política, persiste una desconexión palpable entre las estrategias de los partidos y las necesidades de la ciudadanía, fenómeno evidenciado especialmente en tiempos de gestión deficitaria por parte del Estado. El enfoque de los partidos parece estar más centralizado en la construcción de narrativas políticas que en abordar los problemas tangibles que afectan a la población. La influencia de las encuestas y la percepción pública condiciona un ambiente donde la prioridad radica en mantenerse o alcanzar el poder, revelando una brecha creciente entre la denominada España oficial y la España real, como lo describió Ortega y Gasset.
Este escenario no es novedoso, tal como se evidenció durante la decadencia del felipismo en 1993, o en las negativas de José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero a reconocer la magnitud de crisis económicas pasadas. En momentos recientes, la gestión de la DANA sirve como ejemplo evidente para los valencianos y españoles que observan con claridad las fallas de sus representantes. La percepción de que las prioridades políticas no reflejan los intereses de la ciudadanía refuerza el descontento social y resalta el riesgo de que, como en Francia o Estados Unidos, el electorado pueda volcarse hacia opciones políticas radicales o fuera del sistema tradicional, en busca de respuestas a sus preocupaciones reales.
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