En «El infinito en un junto», Irene Vallejo destaca la silla como símbolo de historia y resistencia, evocando cómo este simple objeto ha sido testigo de milenios de evolución humana. La crónica nos lleva a Totonicapán, Guatemala, donde la figura de Atanasio Tzul, un líder k’iche’, se entrelaza con este símbolo. Tzul, quien alguna vez tuvo que comprar las tierras que ya pertenecían a su pueblo, se convirtió en un símbolo de resistencia al ser nombrado Rey en un levantamiento contra las injusticias de una corona extranjera. Su «utem», la silla sagrada, representa más que un objeto; es un emblema de autoridad y herencia cultural para los k’iche’s.
El texto también revive dolorosos episodios del pasado reciente, como la masacre de 2012 en Totonicapán, perpetrada por el ejército guatemalteco durante una protesta pacífica. La silla de Atanasio Tzul, resguardada en la Casa de los Alguaciles, no solo simboliza resistencia y poder ancestral, sino también memoria y justicia para un pueblo que aún lucha por su dignidad. A través de sus tradiciones y su sistema de justicia indígena, los k’iche’s demuestran la importancia de revalorizar y preservar sus raíces culturales y lingüísticas, mientras continúan enfrentándose a desafíos contemporáneos en la defensa de sus derechos y su identidad comunitaria.
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