La crítica a la política antidrogas es contundente en el señalamientos sobre su impacto económico y social. Milton Friedman argumenta que la represión contra las drogas incrementa su precio, beneficiando a los cárteles a costa de un mercado en perpetua demanda. Esta estrategia de prohibición, iniciada por Nixon en 1971, buscó debilitar a opositores políticos, especialmente jóvenes anti bélicos y afroamericanos, mediante la criminalización de sustancias asociadas con estos grupos. La acción militarizada y la demonización de ciertas sustancias han sido herramientas para mantener el control social y político en Estados Unidos, desvirtuando los verdaderos problemas detrás de la adicción y el tráfico.
El artículo también aborda las implicaciones de políticas internacionales y conflictos como el de Gaza, donde las prácticas de control y represión alimentan el ciclo de violencia y sufrimiento. Se critica la gestión de Netanyahu y las propuestas de Trump, que, según la ONU, violan derechos humanos fundamentales. La situación es comparada con errores históricos como la «ley seca» en Estados Unidos, que lejos de resolver un problema social, fortaleció el crimen organizado. Se concluye que más que prohibición y descertificación, es necesario un cambio de enfoque que contemple derechos humanos y el reconocimiento de Estados, como el palestino, buscando una solución pacífica y justa.
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