En los últimos años, se ha intensificado el debate en torno a los productos emergentes del tabaco y sus implicaciones para la salud pública. La Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) ha expresado su preocupación por las bolsitas de nicotina, también conocidas como ‘nicotine pouches’, sugiriendo su prohibición debido a los peligros potenciales que podrían representar para los consumidores, especialmente los jóvenes. Según SEPAR, estos productos pueden actuar como una nueva vía de adicción al tabaco, a pesar de ser considerados una alternativa de menor riesgo. En contraste, Karl Fagerström, un renombrado psicólogo especializado en tabaquismo, argumenta que tales medidas restrictivas podrían ser contraproducentes, remarcando que la demonización de estos productos ignora su potencial para reducir los daños asociados al tabaquismo convencional.
El enfoque sueco hacia la reducción de daños es citado por Fagerström como un ejemplo a seguir, destacando cómo el consumo de snus en Suecia ha sido fundamental para mantener las tasas de enfermedades relacionadas con el tabaco en su población masculina por debajo de la media europea. Fagerström insiste en que, aunque la nicotina es el componente adictivo, no es el responsable de los daños severos atribuidos al tabaco fumado, los cuales provienen principalmente de las sustancias tóxicas liberadas durante la combustión. Destaca que estudios recientes señalan que las bolsitas de nicotina poseen un perfil de riesgo comparable al de las terapias de sustitución de nicotina, sugiriendo que su prohibición sería una perdida para el esfuerzo de alejamiento de los fumadores de los cigarros convencionales. En Estados Unidos, políticas educativas y restricciones a productos ilegales han mantenido bajo el uso de estos productos por adolescentes, contribuyendo a un descenso en el consumo de cigarrillos electrónicos.
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