Durante años, la recomendación estándar en ciberseguridad ha sido cambiar periódicamente las contraseñas para evitar accesos no autorizados. Sin embargo, diversos estudios y expertos en seguridad han demostrado que esta práctica no solo es innecesaria en la mayoría de los casos, sino que puede ser contraproducente.
La idea de renovar las credenciales cada pocos meses proviene de un enfoque antiguo que buscaba minimizar los riesgos en caso de robo de datos. Sin embargo, estudios realizados por el Instituto Nacional de Estándares y Tecnología de Estados Unidos (NIST) han señalado que esta estrategia no ofrece beneficios reales si las contraseñas son fuertes y únicas.
En la práctica, forzar a los usuarios a cambiar sus contraseñas de forma recurrente puede generar problemas. Primeramente, la necesidad de recordar nuevas credenciales con frecuencia lleva a muchas personas a elegir contraseñas débiles, como secuencias numéricas o variaciones mínimas de la anterior. Además, en lugar de crear una clave única para cada cuenta, los usuarios tienden a reutilizar contraseñas en múltiples plataformas, aumentando el riesgo si alguna de ellas se ve comprometida. Por último, un usuario que cambia constantemente sus credenciales puede terminar almacenándolas en lugares inseguros o recurriendo a combinaciones predecibles, facilitando posibles ataques de ingeniería social.
En lugar de cambiar contraseñas con frecuencia, los expertos recomiendan enfocarse en crear credenciales seguras y adoptar prácticas de protección adicionales. Por ejemplo, se sugiere utilizar contraseñas largas y complejas, con una longitud mínima de 12 caracteres que incluyan letras mayúsculas y minúsculas, números y símbolos. Además, es crucial no reutilizar contraseñas y usar un gestor de contraseñas, como 1Password, Bitwarden o LastPass, que permita generar y almacenar contraseñas seguras sin necesidad de memorizarlas. Asimismo, activar la autenticación en dos pasos (2FA) añade una capa adicional de seguridad, al requerir un código temporal generado en un dispositivo móvil o enviado al correo electrónico.
Aunque cambiar contraseñas de manera periódica sin motivo no es aconsejable, existen situaciones donde es fundamental hacerlo. Estos incluyen filtraciones de datos, intentos de acceso sospechosos, ataques de phishing, presencia de malware o la compartición accidental de credenciales.
En conclusión, el cambio frecuente de contraseñas no es una estrategia efectiva para la seguridad digital. La mejor protección radica en utilizar claves robustas, únicas y almacenadas de manera segura, complementadas con autenticación en dos pasos. Más que preocuparse por cambiar contraseñas cada pocos meses, los usuarios deben centrarse en la prevención y en adoptar herramientas que faciliten la gestión de su seguridad sin generar riesgos innecesarios.