En los últimos años, diversos países han experimentado una positiva evolución en sus índices de desigualdad económica, evidenciada por la caída del índice de Gini en naciones como España, Irlanda y Polonia. En 2023, España alcanzó un nivel de Gini de 31,5, cifras que no se veían desde antes de la crisis financiera de 2008. Este avance se puede atribuir a una combinación de crecimiento económico sólido, empleo estable y mejor pagado, junto con el fortalecimiento de políticas redistributivas y sociales. Sin embargo, a pesar de estas mejoras, una porción significativa de la población todavía percibe que las disparidades de ingresos están aumentando. Expertos sugieren que la inflación y su impacto en el poder adquisitivo, junto con el elevado costo de vida, especialmente en el ámbito de la vivienda, podrían estar oscureciendo los beneficios de tales desarrollos económicos.
En un contexto global, Estados Unidos experimentó una notable disminución en la desigualdad de ingresos durante la pandemia, gracias a políticas federales redistributivas que marcaron un cambio sin precedentes en los últimos 50 años. La mejora en la distribución de ingresos se debe a paquetes de estímulo económico que abarcaron amplios sectores de la población, lo que resalta la efectividad de las intervenciones estatales en tiempos de crisis. No obstante, la preocupación económica persiste debido a factores como la subida de precios y la precariedad laboral en ciertos sectores. Además, el acceso a la vivienda continúa siendo un desafío significativo, intensificando la percepción de desigualdad económica en un entorno donde los aumentos salariales no compensan la inflación creciente. Estos matices económicos muestran la complejidad detrás de las estadísticas, evidenciando la necesidad de estrategias integrales que aborden tanto la desigualdad de ingresos como de patrimonio para mejorar significativamente el bienestar económico de toda la sociedad.
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