Ernesto Zedillo, expresidente de México, ha generado controversia al criticar al actual gobierno de la Cuarta Transformación (4T) liderado por Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum, acusándolos de un giro hacia el autoritarismo. Las declaraciones de Zedillo, publicadas en medios como Letras Libres y Nexos, han sido amplificadas por sectores críticos de la 4T. La respuesta del gobierno ha sido atacar la credibilidad personal y profesional de Zedillo, argumentando que su historia con el programa Fobaproa y su relación con ciertas empresas merman su autoridad moral. Este enfrentamiento resalta no solo el contenido de las críticas, sino también quién las emite, y Zedillo, percibido como un tecnócrata sin escándalos personales, tiene un peso especial como crítico proveniente de un contexto técnico y neoliberal que Morena busca desafiar.
El debate se centra en el rol de las reformas impulsadas por la 4T y el argumento de Zedillo sobre el peligro de una concentración autoritaria. Mientras el gobierno sostiene que estas reformas son necesarias para redirigir el poder hacia los sectores desprotegidos, las críticas enfatizan el posible uso faccioso del poder. La figura de Zedillo adquiere relevancia dado su papel histórico en la implementación de políticas neoliberales y en la creación de estructuras que ahora el gobierno de la 4T intenta desmantelar. Para el actual gobierno, cuestionar a Zedillo es esencial no solo para invalidar su mensaje, sino también para contrarrestar la legitimidad del modelo económico que él representa y que busca revertirse en busca de mayor equidad social.
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