Marta Alonso, una joven de 24 años de Vigo, utilizó el tiempo del confinamiento pandémico para explorar su identidad de género y finalmente reconocerse como mujer trans. A través de las redes sociales, encontró apoyo e historias de otras personas trans alrededor del mundo, lo cual le dio el valor para salir del armario. Sin embargo, al avanzar en su camino de autodescubrimiento, Marta encontró que las redes sociales no eran suficientes y decidió buscar apoyo local, descubriendo una organización gallega que defiende los derechos de las personas LGTBIQ, donde recibió asesoramiento esencial. La presencia en las redes fue vital para su proceso, aunque está ahora amenazada por cambios en las políticas de moderación de contenido de Meta, que eliminan protección contra discursos de odio.
El impacto de estas plataformas en la salud mental del colectivo LGTBIQ refleja un equilibrio delicado entre ser un espacio de apoyo y un terreno de odio. Profesionales como Pío Brando Huaycho destacan cómo la exposición a discursos de odio puede internalizarse en los jóvenes como inseguridades sobre sus identidades. Según estudios, las redes sociales han sido una herramienta crucial para que los jóvenes LGTBIQ desarrollen y afirmen sus identidades a través de conexión y comunidad. Sin embargo, investigaciones también revelan que, con el aumento de la hostilidad online, es esencial fomentar espacios seguros, tanto digitales como físicos, para proteger a estas comunidades vulnerables. A pesar de la legitimación de entornos hostiles, figuras públicas del colectivo enfatizan la importancia de no ceder espacios conquistados en la lucha por exposición y aceptación.
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