La película «The Brutalist», dirigida por Brady Corbet junto a Mona Fastvold, se centra en la historia de László Tóth, un arquitecto ficticio cuya peculiar obra arquitectónica en una biblioteca se convierte en símbolo de los problemas más amplios de la película. La película explora temas como la búsqueda de reconocimiento, el sueño americano y la fuerza del arte, navegando a través de una trama cargada de experiencias humanas intensas, desde la supervivencia en un campo de concentración nazi hasta la lucha por establecer una nueva vida. Sin embargo, esta abundancia de temáticas no necesariamente garantiza el éxito del filme, ya que puede resultar más una obra monumental que verdaderamente magnífica.
A pesar de no ser el primer trabajo de Corbet, «The Brutalist» adolece de problemas que pueden atribuirse al exceso de ambición, resultando en un producto que, si bien es meticuloso en aspectos como el vestuario y la estética de época, descuida elementos esenciales, particularmente en el ámbito de la arquitectura. La película, que intenta subrayar la monumentalidad a través de errores anacrónicos y representaciones arquitectónicas cuestionables, puede enfermar de una falta de autenticidad que parece compartir con la obra final de su protagonista. A pesar de su escueto presupuesto de 10 millones de dólares y de los desafíos enfrentados en su distribución, el filme no logra romper con la tradicional mitificación de la arquitectura en el cine, sin ofrecer un enfoque que realmente se alinee con la realidad de la práctica arquitectónica, que debería centrarse en mejorar la vida humana sin imponerse.
Leer noticia completa en El Pais.