Poco después de cruzar la frontera para exiliarse, el célebre poeta Antonio Machado falleció en una pensión de Colliure. En su abrigo se encontró su último verso: “Estos días azules y este sol de la infancia”, evocando la nostalgia de la niñez, un tiempo donde la vida se vivía con lentitud. Este sentimiento contrasta con la percepción adulta del tiempo, donde las vacaciones se sienten efímeras y a menudo llenas de estrés. La obra del periodista Oliver Burkeman, «Cuatro mil semanas», reflexiona sobre la gestión del tiempo, sugiriendo que al intentar controlarlo demasiado, la vida se vuelve más vacía. En cambio, Burkeman propone una vida más plena al fluir con el tiempo, desconectando de distracciones y viviendo el presente sin interrupciones.
Otra forma de reconectar con el «sol de la infancia» es rescatando al niño interior, como propone la psicóloga Ángela Sannuti. Esto implica recuperar la curiosidad y el asombro infantiles, adoptando una «mente de principiante» ante el mundo. Las vacaciones ofrecen la oportunidad perfecta para explorar y redescubrir pasiones olvidadas. Al dejar de lado las preocupaciones adultas y recordar los sueños de la niñez, se puede experimentar la vida con un sentido de aventura. La canción «Summertime» de Gershwin, con su promesa de «la vida es fácil», simboliza esta posibilidad de vivir más livianamente, si logramos poner una pausa a las tensiones cotidianas y dejar espacio para la espontaneidad y el disfrute.
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