El informe más reciente del Grupo Interinstitucional de las Naciones Unidas para la Estimación de la Mortalidad Infantil revela un avance notable en la reducción de las muertes de niños menores de cinco años a nivel mundial, logrando una cifra histórica de 4,8 millones en 2023. Esta cantidad representa una reducción significativa respecto al año 2000, cuando la mortalidad infantil era más del doble, gracias a esfuerzos sostenidos en programas de supervivencia infantil.
El año 2022 marcó un momento especial en este progreso, al descender por primera vez el número de muertes infantiles por debajo de los cinco millones. Sin embargo, la preocupación crece al observar que este ritmo de mejora se está desacelerando, especialmente por la persistencia de muertes evitables. Catherine Russell, directora ejecutiva de UNICEF, ha subrayado la importancia de intervenciones como las vacunas y el acceso al agua potable, pero advierte sobre las amenazas que suponen las decisiones políticas erróneas y la disminución de inversiones.
Un desafío considerable que ponen de manifiesto los informes es el inminente riesgo de que las décadas de progreso en supervivencia infantil se vean comprometidas por los recortes en la financiación de la ayuda internacional. Estos recortes, anunciados por importantes donantes globales, están provocando una preocupante escasez de personal sanitario, el cierre de instalaciones médicas esenciales y la discontinuación de programas vitales en regiones críticas, especialmente aquellas con altas tasas de mortalidad infantil. La Organización Mundial de la Salud ha instado a intensificar la colaboración internacional para salvaguardar la salud infantil ante este panorama.
A pesar de las adversidades, los estudios indican que muchas de las muertes infantiles son prevenibles, siendo las complicaciones durante el parto y las enfermedades infecciosas las principales causas. Sorprendentemente, casi la mitad de las muertes de menores de cinco años ocurren en el primer mes de vida, con un 45% de los casos de mortinatalidad produciéndose durante el parto. Asegurar el acceso a servicios de salud de calidad, tanto para las madres como para los niños, se presenta como una medida crítica para mantener y mejorar las tasas de supervivencia.
En este contexto, la desigualdad geográfica resulta ser un factor determinante en las tasas de mortalidad infantil. Un niño nacido en África subsahariana tiene una probabilidad 18 veces mayor de morir antes de los cinco años en comparación con un niño nacido en Australia o Nueva Zelanda. Esta alarmante disparidad enfatiza la urgencia de una acción concertada entre gobiernos, organismos donantes y aliados globales para proteger y continuar avanzando en la disminución de las muertes infantiles en todo el mundo.