El año pasado se registró como uno de los diez más lluviosos en Europa desde 1950, marcando un periodo notable por sus precipitaciones intensas y frecuentes. Los fenómenos meteorológicos extremos, incluidas las borrascas y las inundaciones, tuvieron un impacto significativo en gran parte del continente, afectando a un total de 413.000 personas. Las situaciones de emergencia provocadas por las lluvias intensas llevaron a numerosos desplazamientos de población y causaron daños materiales considerables en infraestructuras y propiedades.
Trágicamente, las condiciones climatológicas adversas dejaron un saldo de 335 personas fallecidas como consecuencia directa de estos eventos. Los gobiernos y servicios de emergencia de los países más afectados se movilizaron para asistir a las comunidades damnificadas y trabajar en la recuperación de las áreas afectadas. Las cifras subrayan la creciente vulnerabilidad de la región a los eventos climáticos extremos y resaltan la necesidad imperativa de adoptar medidas más efectivas de adaptación y mitigación ante el cambio climático para prevenir futuras tragedias de esta magnitud.
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