La historia de Siria ha dado un vuelco inesperado con la toma de Damasco por parte de fuerzas rebeldes, poniendo fin a trece años de guerra civil. La ofensiva, que sorprendió por su celeridad, culminó con el derrocamiento del régimen de Bachar el Asad, quien aparentemente huyó en un avión rumbo desconocido. Testigos en la capital relataban escenas de júbilo en las calles, mientras miles de sirios se congregaban en la plaza principal para celebrar la caída del «doctor», apodo del presidente por su formación en medicina. Al mismo tiempo, el gobierno daba señales de colapso, con el Estado Mayor notificando a sus soldados que se rindieran y el primer ministro Ghazi al Jalali mostrando su disposición a colaborar con el nuevo liderazgo que emergerá en el país.
Mientras tanto, incertidumbre rodea el paradero del exmandatario. Un avión despegó de Damasco hacia los feudos alauíes de la familia El Asad en la costa, pero desapareció del radar cerca de Homs, recientemente capturada por los rebeldes. Este logro clave cortó las comunicaciones estratégicas con las provincias costeras, debilitando aún más las posiciones del régimen. El avance rebelde, liderado por el grupo fundamentalista Hayat Tahrir al Sham, fue imparable, tomando ciudades importantes como Alepo y Hama, y evidenciando la fractura del régimen al ver a sus fuerzas desmoronarse sin resistencia significativa. La escena internacional también presenció un giro, con antiguos aliados del régimen, como Irán y Rusia, sumándose a un inusual llamado internacional por una solución política al conflicto.
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