En un nuevo episodio de violencia en el prolongado conflicto sirio, la alianza islamista Organismo de Liberación del Levante, junto con otras facciones respaldadas por Turquía, ha lanzado una ofensiva al norte del país, capturando unas 50 localidades. Los enfrentamientos se centran principalmente en las inmediaciones de Alepo, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos. El saldo de este repunte bélico es devastador: al menos 255 personas han perdido la vida, entre ellas 144 combatientes opositores y 87 miembros del Ejército sirio y sus aliados. Además, 24 civiles han muerto, destacando el impacto de los bombardeos rusos, que han cobrado la mayoría de estas vidas. La ofensiva ocurre mientras Turquía intenta restablecer vínculos diplomáticos con Damasco, aunque el presidente Bashar al Asad demanda previamente el retiro de tropas turcas y el cese del apoyo a grupos opositores.
En el contexto de la violencia creciente, el impacto humanitario es alarmante. Un informe de la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) estima que más de 14,000 personas, casi la mitad de ellas niños, han sido desplazadas. La actividad humanitaria también ha sufrido un duro golpe, ya que 30 ONG y 24 centros médicos en Idlib han paralizado sus operaciones. Mientras tanto, el Ejército sirio intenta frenar el avance de los insurgentes con refuerzos en Alepo, cuyo oeste ha visto un éxodo masivo de sus residentes. Esta ofensiva, la mayor en casi cinco años en la región, compromete aún más el frágil alto el fuego vigente en Idlib desde 2020, un acuerdo facilitado por Turquía y Rusia, siendo este último un firme aliado del régimen de Asad.
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