La situación en Siria ha experimentado un importante deterioro en los últimos días con el colapso de las defensas del régimen de Bashar al-Asad, debilitadas por el desvío de recursos rusos a Ucrania y los impactos de los ataques israelíes sobre fuerzas proiraníes como Hezbolá. El ejército sirio se ha visto obligado a retirarse de Alepo, una de las principales ciudades del país, frente al avance de grupos rebeldes como Hayat Tahrir al Sham (HTS) y el Ejército Nacional Sirio (ENS). Esta ofensiva, inesperadamente amplia, representa la mayor ofensiva en la guerra civil siria en los últimos cinco años, extendiéndose desde Alepo hasta Hama, y tomando localidades clave como Saraqib y Marat al Numan. Simultáneamente, las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), dominadas por milicias kurdas, han reforzado sus posiciones en algunas áreas de Alepo, en medio de combates esporádicos. La retirada del régimen pretende ser temporal, a la espera de refuerzos para una posible contraofensiva, aunque la desorganización prevalece en las operaciones del gobierno.
Mientras tanto, los bombardeos del régimen sirio y la aviación rusa en Alepo han supuesto un devastador impacto en la población civil, con ataques que han causado numerosas víctimas, incluyendo un ataque mortal en la rotonda de Al Basel. Estos agravios han intensificado aún más la crisis humanitaria en la región. Desde Moscú, Asad busca el respaldo de sus aliados, con conversaciones diplomáticas en curso entre Rusia, Irán y Turquía sobre el futuro de Siria. En el terreno, el ENS ha iniciado operaciones en el norte de la provincia de Alepo, con el apoyo de Turquía, lo que ha incluido bombardeos a posiciones kurdas. Con el control de Alepo colapsando, miles de civiles huyen de la ciudad, exacerbando aún más las tensiones étnicas y sectarias en el país. La situación política y militar sigue siendo volátil, y el futuro de Siria parece depender significativamente de maniobras diplomáticas y decisiones estratégicas en capitales extranjeras.
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