El Ramadán, el noveno mes del calendario islámico, es conocido principalmente por el ayuno diurno que observan los musulmanes, uno de los cinco pilares del Islam. Este mes sagrado, cuya esencia se centra en el recogimiento espiritual y en el fortalecimiento de los lazos familiares y comunitarios, también es un periodo de notable actividad social y económica. En países como Egipto, el Ramadán se asemeja a la Navidad tanto en su dimensión espiritual como en su carácter comercial, siendo un momento en que la nostalgia por interacciones más auténticas se mezcla con un aumento en el consumo. Durante este tiempo, las familias invierten considerablemente en alimentos y regalos, reflejando no solo un fortalecimiento de las tradiciones, sino también una adaptación a las tendencias contemporáneas de consumo.
En Egipto, a pesar de la crisis económica que agudiza las desigualdades y limita los recursos de las clases media y baja, el Ramadán sigue siendo un periodo que activa el gasto y la actividad económica. Encuestras revelan que la mayoría de los egipcios ahorran anticipadamente para afrontar los gastos adicionales del mes, mientras que el consumo de alimentos representa un 15% del gasto anual total en alimentación. Sin embargo, este aumento de la actividad comercial no logra ocultar la preocupación por la alta inflación, que aunque se moderó al 13% en febrero, sigue afectando considerablemente a la población. Además, a pesar del sentimiento creciente de que la productividad laboral disminuye durante el Ramadán debido al ayuno y la reducción de las horas de trabajo, muchos egipcios perciben que su nivel de actividad laboral se mantiene o incluso aumenta, quizás por el sobreesfuerzo que el mes exige.
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