Ucrania afronta su tercera Navidad en guerra bajo constantes bombardeos rusos, en un contexto donde las esperanzas de paz resurgen con la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. Trump, durante su campaña, prometió negociar la paz en 24 horas. Sin embargo, las intenciones del presidente ruso, Vladimir Putin, parecen estar lejos de poner fin al conflicto en 2025, según fuentes occidentales. En una conferencia reciente, Putin alardeó de las capacidades militares de Rusia y desafió a los Estados Unidos y sus aliados occidentales con un enfrentamiento de misiles, dejando clara su postura de continuidad en la guerra. Mientras tanto, los ciudadanos ucranianos intentan mantener su espíritu de resistencia, participando en las celebraciones navideñas, aunque bajo la constante amenaza de ataques aéreos.
En vista de este complejo escenario, la administración entrante de Trump ha movido fichas estratégicas, como la designación del teniente general retirado Keith Kellogg como enviado especial para Ucrania. La fórmula de Kellogg para forzar las negociaciones implica presión tanto sobre Moscú como sobre Kiev, sugiriendo un incremento de la ayuda occidental a Ucrania y el posible recorte de asistencia si Ucrania no muestra voluntad de negociar. Las dinámicas en el frente, resueltas por el intento de Rusia de desgastar a Ucrania, revelan los intereses compartidos entre Rusia y autocracias como Irán y Corea del Norte, mientras preocupa el giro de Moscú hacia una mayor dependencia de Pekín. Aunque Europa se enfrenta a una presión para aumentar su gasto en defensa, un consenso sobre una verdadera estrategia de victoria parece distante. La creación de fuerzas de interposición internacionales, discutida por Francia, Polonia y el Reino Unido, se enfrenta a escepticismo, tanto por el volumen necesario de tropas como por la falta de acuerdo sobre lo que constituiría un triunfo para Ucrania en esta crisis.
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