En un esfuerzo por mediar en la prolongada guerra en Ucrania, los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump, y de Rusia, Vladímir Putin, se reúnen en Alaska, un evento cargado de expectativas y polémicas. La cumbre se lleva a cabo en la base aérea de Elmendorf-Richardson, donde Trump busca fortalecer su imagen como pacificador, a pesar de las críticas recientes a Putin. La reunión suscita gran interés internacional, especialmente porque representa la primera visita del líder ruso a territorio estadounidense en 18 años, rompiendo un prolongado aislamiento sin hacer concesiones previas. Sin embargo, la posición de Trump, que sugiere un posible intercambio territorial por parte de Ucrania sin reciprocidad, ha generado protestas en Anchorage y temor entre los aliados ucranianos de Estados Unidos.
Mientras tanto, el contexto diplomático es complejo. A pesar de amenazas previas de imponer sanciones a Rusia por sus ataques a Ucrania, Trump ha optado por el diálogo directo, invitando a Putin a transmitir sus posiciones sin mediadores. Esta cumbre marca la séptima reunión cara a cara entre ambos líderes, y se perfila como la más escrutada. Trump mantiene que el encuentro podría allanar el camino para negociaciones directas entre Putin y el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, sin embargo, reconoce que el éxito de la cumbre es, en sus propias palabras, incierto. La relación de Trump con Putin se ha caracterizado por un enfoque leniente y personal, influenciado por incidentes pasados, como las elecciones de 2016 y la ocupación de Crimea en 2014, lo que sigue generando controversia dentro y fuera de Estados Unidos.
Leer noticia completa en El Pais.