La semana en Ucrania ha estado marcada por la creciente tensión reflejada en el lanzamiento de un nuevo misil hipersónico por parte de Rusia, un acto que ha intensificado la incertidumbre en medio del cambio de la presidencia estadounidense con la llegada inminente de Donald Trump al poder. Vladimir Putin ha afirmado que el misil, conocido como Oreshnik, fue utilizado en un ataque contra la ciudad de Dnipro. Aunque sus características son un misterio, analistas sugieren que podría ser una modificación de misiles intercontinentales ya existentes. Este desarrollo ha puesto en alerta a las potencias occidentales y ha avivado el temor de una escalada mayor en el conflicto. Expertos especulan sobre las capacidades del arma, que podría alcanzar velocidades superiores a Mach 10 y con un alcance que pone a gran parte de Europa bajo amenaza.
La reacción internacional ha sido de fuerte condena, con Washington y Bruselas expresando su preocupación por el uso de armas de tal magnitud. En respuesta, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha solicitado apoyo defensivo adicional, haciendo un llamado a no ignorar estas amenazas. Mientras Ucrania trabaja para mejorar sus defensas antimisiles, opiniones divergen sobre las intenciones de Moscú y su potencial uso de estos misiles en el futuro. Sin embargo, la comunidad internacional, aunque precavida, sigue apoyando a Ucrania en su defensa. Los expertos advierten que, aunque el riesgo de un conflicto nuclear sigue siendo poco probable, los malentendidos podrían tener consecuencias catastróficas. La situación sigue evolucionando en un ambiente en el que la diplomacia y la defensa son cruciales para evitar una confrontación global.
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