El presidente ruso, Vladímir Putin, ha declarado un alto el fuego simbólico de día y medio durante el fin de semana, coincidiendo con la celebración de la Pascua ortodoxa. Esta decisión unilateral busca retomar las negociaciones de paz con Kiev, tras la expiración de un fallido acuerdo de tregua sobre infraestructuras energéticas. A pesar de las intenciones manifestadas por el Kremlin, el reciente historial de bombardeos rusos, como el acontecido en la ciudad ucraniana de Sumi, pone en duda la efectividad de este cese temporal de hostilidades. Durante el mes de marzo, la ONU registró un aumento significativo de víctimas civiles en Ucrania, lo que refleja la gravedad del conflicto y el escepticismo hacia esta nueva tregua propuesta.
La última iniciativa del Kremlin también parece ser un movimiento estratégico para captar el favor del presidente estadounidense Donald Trump, quien amenaza con retirarse de las conversaciones de paz si no hay avances. Putin ha expresado que espera que Ucrania siga su ejemplo de alto el fuego, mientras ha puesto a sus tropas en alerta para responder a posibles violaciones. La actividad diplomática de Putin incluye un guiño hacia Estados Unidos, China y los BRICS, buscando aliados que respalden una resolución pacífica. Con la situación en el frente estancada, el Kremlin continúa ambicionando el control de regiones clave y la desmilitarización de Ucrania, esperando aprovechar tensiones internacionales para reforzar su posición en el conflicto.
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