Estados Unidos ha ejercido presión sobre Ucrania para ceder Crimea y otras regiones ocupadas a Rusia, lo que ha sido acogido con optimismo por el Kremlin. El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, ha declarado que se están resolviendo los detalles para un acuerdo de paz mientras Rusia intensifica sus bombardeos sobre civiles ucranianos. En este contexto, Steve Witkoff, enviado especial del presidente estadounidense Donald Trump, se reunió con Vladímir Putin para discutir el posible “congelamiento” del conflicto. Esta tregua propone reconocer la anexión de Crimea, rechazar la adhesión de Ucrania a la OTAN y levantar sanciones contra Rusia. En contraste, la UE y el Reino Unido refuerzan su apoyo a Ucrania, reafirmando su integridad territorial.
El presidente Putin ha reafirmado su intención de continuar con su ofensiva en Ucrania, a pesar de las maniobras diplomáticas para alcanzar un acuerdo. Mientras tanto, las fuerzas rusas han intensificado su producción y adquisición de armamento, y han entregado miles de blindados y drones a sus tropas. Este esfuerzo bélico contrasta con las propuestas de tregua, alimentando la desconfianza sobre las intenciones rusas de alcanzar la paz. La comunidad internacional observa con recelo el rearme ruso y el endurecimiento de su postura mientras la presión aumenta sobre el presidente Zelenski, quien enfrenta la disyuntiva de negociar bajo las condiciones impuestas o resistir en un escenario incierto, catalizado por un clima interno tenso en Rusia, donde las purgas dentro del Ministerio de Defensa han acentuado el control del Kremlin sobre el ejército.
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