El enfrentamiento entre el Gobierno español y el Partido Popular (PP) por la ley de desperdicio alimentario ha intensificado la tensión institucional, situando el conflicto en el Tribunal Constitucional para su resolución. El desencuentro se originó debido a la disconformidad del Ejecutivo con las enmiendas introducidas por el Senado, controlado por el PP, alegando incompatibilidad presupuestaria. A pesar de los argumentos del Gobierno basados en la Constitución y el Reglamento del Senado, la Mesa del Senado desestimó la objeción, justificando que el veto no estaba suficientemente motivado. En respuesta, el Congreso, bajo la mayoría del Gobierno de coalición, mantuvo el veto del Ejecutivo, lo que llevó a la devolución del texto al Senado sin las enmiendas, desatando la acusación del PP de «mutilación» de la norma.
El cruce de acusaciones ha escalado con declaraciones contundentes de ambas partes. La portavoz del PP en el Senado, Alicia Rodríguez, y otros parlamentarios conservadores señalan al Gobierno por promulgar un veto «ilegal» y modifican el debate parlamentario, mientras que el PSOE acusa al PP de ignorar los mandatos constitucionales. El PSOE defiende el veto presupuestario como una prerrogativa constitucional, mientras el PP lo califica de un asalto al proceso democrático. El desencuentro subraya un trasfondo de rivalidad política en un contexto donde el Tribunal Constitucional deberá resolver sobre la legalidad de las acciones de ambas cámaras parlamentarias y del Ejecutivo, deteniendo el avance de una ley que busca reducir el desaprovechamiento de alimentos.
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