El encuentro en Alaska entre Donald Trump y Vladímir Putin ha generado una mezcla de esperanza, escepticismo y oposición, especialmente en una ciudad históricamente vinculada a Rusia y ahora firme defensora de Ucrania. Sin la presencia de representantes ucranianos, la reunión ha sido vista con desconfianza por parte de los residentes y la comunidad ucraniana en el área. Más de una docena de protestas se han organizado para expresar el descontento hacia cualquier posible acuerdo que pueda perjudicar a Ucrania. Las manifestaciones han estado marcadas por símbolos ucranianos, como girasoles y banderas, reafirmando el apoyo local a la nación afectada por la guerra. Nicole Collins, portavoz de uno de los grupos organizadores, destacó la importancia de la solidaridad con Ucrania, mientras las banderas azules y amarillas ondeaban por la ciudad.
Pese a la polarización política, el evento ha desbordado Anchorage en plena temporada turística, saturando los hoteles y obligando a buscar alojamientos alternativos, incluso en la Universidad de Alaska. La presencia de periodistas rusos se ha visto afectada por restricciones de comunicación debido a sanciones internacionales, con reporteros alojados en un pabellón deportivo. La comunidad local parece dividida respecto al impacto de la cumbre y la presencia de Trump, quien ganó en el estado en las últimas elecciones, pero no en Anchorage. La situación se suma a las tensiones sociales ya existentes, como el problema creciente de personas sin hogar. Deanna, una residente que votó por Trump, expresa su escepticismo sobre las políticas del presidente, reflejando un clima de incertidumbre compartido entre los ciudadanos.
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