Hace un año, Alemania fue escenario de una masiva movilización ciudadana contra la influencia del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD), en la que alrededor de un millón de personas salieron a las calles a manifestarse simultáneamente en diversas ciudades del país. Las protestas, que se extendieron desde Berlín hasta Múnich y Hamburgo, reflejaron el descontento de amplios sectores de la población con las posturas antiinmigración y euroescépticas del partido, que había ganado notable presencia en el escenario político alemán. Los manifestantes, en su mayoría jóvenes y familias, se hicieron eco de consignas en favor de la tolerancia y la diversidad, clamando por una Alemania más inclusiva y rechazando cualquier forma de discriminación.
El movimiento sirvió como llamado de atención no solo para el AfD, sino también para el resto del sistema político en Alemania, subrayando la creciente polarización en torno a temas cruciales como la inmigración y la identidad nacional. Además, las manifestaciones pusieron de relieve una profunda preocupación por el resurgimiento de ideologías considerados por muchos como retrógradas y peligrosas para la cohesión social. Este episodio de movilización masiva fue ampliamente cubierto por los medios nacionales e internacionales, situando a Alemania en el centro de debates sobre el auge de la extrema derecha en Europa y los desafíos que representa para las democracias liberales del continente.
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