La tensión se desbordó tras el partido de la Europa League entre el Maccabi de Tel Aviv y el Ajax, cuando altercados violentos eclipsaron la contundente victoria del equipo holandés. El incidente, calificado por Israel como un «pogromo» y señalado como supuestamente antisemita por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, provocó disturbios en los alrededores del estadio Johan Cruyff con un saldo de cinco heridos y 62 detenidos. Previo al enfrentamiento deportivo, la atmósfera ya estaba enrarecida por las acciones provocadoras de los ultras del Maccabi, quienes boicotearon un minuto de silencio en honor a las víctimas de una reciente catástrofe en Valencia y sembraron caos en las calles de Ámsterdam al retirar banderas palestinas y agredir a taxistas de origen árabe.
El perfil violento de estos fanáticos, conocidos por sus proclamas antiárabes, se manifestó nuevamente cuando corearon lemas como «¡Que el ejército israelí masacre a los árabes!» tras concluir el partido. Los ultras israelíes, reconocidos por sus antecedentes de confrontaciones, fueron perseguidos por grupos que condenaban la operación militar en Gaza, donde ha habido significativas pérdidas humanas. La situación ya había tenido precedentes similares, como el caso de marzo en Atenas donde agredieron a refugiados, lo que subraya el preocupante patrón de conducta violenta de estos seguidores. El conflicto dejó al descubierto la profunda fractura y la volátil relación entre las diferentes comunidades participantes, complicando aún más el entorno de un deporte que busca unir pero que, en esta ocasión, fue utilizado como catalizador para el enfrentamiento y la división.
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