Empresas, instituciones y profesionales se enfrentan a un nuevo paradigma digital donde la seguridad comienza con la identificación de los activos a proteger. La clasificación de la información se erige como un pilar esencial en la estrategia de ciberseguridad y cumplimiento normativo.
En el complejo y riesgoso entorno digital actual, la clasificación de información ha emergido como una de las defensas primordiales para proteger los datos más valiosos de una organización. Este proceso establece un marco organizado, permitiendo identificar información crítica, aplicar medidas de protección adecuadas y garantizar el cumplimiento de normativas nacionales e internacionales, respondiendo a la pregunta crucial: ¿qué información tengo, cuánto vale y qué riesgos implica su exposición?
La clasificación de la información implica asignar niveles de sensibilidad a los datos basándose en el impacto de su pérdida, acceso no autorizado, modificación o divulgación. No solo abarca documentos, sino también correos electrónicos, bases de datos, sistemas de almacenamiento, comunicaciones internas y más. Esta práctica está contemplada en normas como ISO/IEC 27001, el Esquema Nacional de Seguridad (ENS) en España y NIST SP 800-60.
Los niveles de clasificación típicos varían según el sector o país, pero suelen incluir categorías como Información Pública, Interna, Confidencial y Secreta. Cada nivel define controles de protección específicos, como cifrado y autenticación multifactor, entre otros.
Más allá del cumplimiento normativo, la clasificación de información se ha convertido en una necesidad estratégica. Permite evitar fugas de datos, cumplir regulaciones, optimizar recursos, facilitar auditorías y dotar a los empleados de una cultura de seguridad.
El proceso de clasificación puede ser manual, automatizado o híbrido. Se utilizan tecnologías como DLP, ETL y herramientas de catalogación que ayudan a analizan contenidos y etiquetar información. Proveedores destacados incluyen Microsoft Purview, Google Cloud DLP y Varonis.
Mantener la clasificación actualizada es crucial, ya que la información cambia de estado a lo largo de su ciclo de vida. Desde la creación y clasificación inicial, hasta su almacenamiento, protección y eventual destrucción, es esencial que cada fase esté documentada y automatizada.
Casos reales de uso destacan en administraciones públicas, entidades financieras, empresas tecnológicas y el sector sanitario. En todos ellos, la clasificación es vital para proteger datos sensibles y cumplir con normativas específicas.
En modelos de seguridad Zero Trust, donde “nada ni nadie es confiable por defecto”, la clasificación habilita controles dinámicos basados en el tipo de información, permitiendo un acceso condicionado y acorde al riesgo.
Para las organizaciones, la clasificación de la información es una inversión estratégica clave, diferenciando si un incidente puede ser controlado o se convierte en desastre. Según expertos, clasificar adecuadamente los datos es fundamental para una seguridad efectiva y realista, protegiendo lo verdaderamente importante.
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