El gobierno mexicano enfrenta críticas por una propuesta de reforma a la Ley de Amparo que, según opositores y expertos, podría ser considerada regresiva en términos de protección a los derechos humanos. La propuesta, impulsada principalmente por la mayoría en el Senado, busca modificar las condiciones bajo las cuales se puede presentar un amparo, poniendo énfasis en que debe existir una lesión jurídica individual o colectiva, real y diferenciada. Esta enmienda ha sido vista como un retroceso en comparación con la jurisprudencia establecida por la Suprema Corte de Justicia, que permitía una expresión más amplia del agravio en el proceso de amparo.
El debate se centra en si la reforma efectivamente restringe el acceso a la justicia para los ciudadanos, al exigir pruebas más estrictas desde el inicio del proceso legal. La jurisprudencia anterior había establecido un enfoque más flexible, permitiendo a la persona afectada expresar su agravio sin la necesidad de demostrar de inmediato una lesión tangible. Críticos argumentan que este cambio podría limitar la protección de los derechos fundamentales, y la reforma está siendo vista como una maniobra pro-autoridad. Mientras tanto, las discusiones internas en el partido de gobierno y la intervención de figuras clave como la presidenta Claudia Sheinbaum subrayan la tensión política que rodea esta medida legislativa.
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