En pleno corazón de Madrid, la Real Casa de Correos se yergue como un recordatorio silencioso de un pasado oscuro que muchos luchan por no olvidar. Actual sede de la Comunidad de Madrid, este edificio fue, desde 1939 hasta 1983, el epicentro de la represión franquista como sede de la Dirección General de Seguridad (DGS). Allí se gestaron actos atroces contra quienes se opusieron al régimen, como lo demuestran los destinos de Lluis Companys, Julián Grimau y otros, muchos de los cuales culminaron en ejecuciones brutales.
Entre sus muros, miles de personas sufrieron torturas y persecuciones. Testimonios como los de Enrique Ruano y Joseba Arregi resuenan aún con fuerza, simbolizando una época de dolor y resistencia. El caso de las mujeres también es significativo; figuras como Juana Doña y Tomasa Cuevas sufrieron una brutalidad que, hasta hoy, sigue siendo prácticamente desconocida para la ciudadanía, una realidad que la justicia aún tiene pendiente abordar de manera efectiva.
A pesar de las numerosas querellas presentadas, la impunidad persiste. Las víctimas de estas atrocidades continúan enfrentando el olvido y el abandono estatal, una deuda histórica que sigue sin saldarse. En este contexto, la Ley 20/22 de Memoria Democrática define los Lugares de memoria como testimonios físicos de hechos históricos significativos. Bajo esta definición, la Real Casa de Correos cumple evidentemente los requisitos para ser reconocida como tal.
Colectivos de memoria y víctimas del franquismo en Madrid apoyan firmemente las iniciativas del Gobierno para aplicar la Ley de Memoria Democrática en este y otros casos. Exigen que se actúe con firmeza para impedir que la Comunidad de Madrid continúe incumpliendo esta normativa, y abogan por la declaración de este edificio como Lugar de Memoria.
Proponen la colocación de una placa en homenaje a las víctimas y que se abran al público los antiguos calabozos, acompañados por listados de todas las personas detenidas y torturadas. El recuerdo de los que sufrieron en la DGS no debe ser relegado al olvido, sino integrado en la memoria colectiva para honrar su lucha y sufrimiento.
Fuente: CGT