En España, el panorama del alquiler vacacional se ha vuelto cada vez más desolador, especialmente para quienes buscan disfrutar de unos días en la playa. Según un informe de Tecnitasa, el costo promedio para alquilar una casa en la costa ha aumentado un 7% este año, alcanzando casi 1.300 euros semanales. Esta cifra resulta obscena para muchos, que se ven obligados a conformarse con alojamientos que parecen más un vestigio del pasado que un refugio cómodo. Muebles obsoletos, colchones incómodos y instalaciones deterioradas son solo algunas de las quejas frecuentes de los inquilinos, que acaban sintiéndose cautivos de un sistema que parece favorecer a unos pocos.
Las causas detrás de este fenómeno son complejas y están arraigadas en decisiones políticas y económicas de décadas pasadas que permitieron el florecimiento de un mercado de alquiler turístico sin regulación adecuada. Los propietarios, muchos de ellos jubilados, han encontrado en estas propiedades una fuente de ingresos significativa y, a menudo, desestimando el estado de las viviendas. A pesar de la indignación de los inquilinos nacionales, la oferta sigue siendo alta, especialmente para turistas extranjeros que perciben los precios como una ganga. Esta situación, alimentada por la desigualdad generacional y la falta de opciones de vivienda asequible, pone de relieve un dilema que afecta a la sociedad española, mientras la realidad del alquiler veraniego se convierte en un símbolo de explotación en tiempos de vacaciones.
Leer noticia completa en 20minutos.