Una joven de casi 13 años está comenzando a experimentar los cambios físicos y emocionales propios de la adolescencia, destacando su primera menstruación. Este periodo, que se extiende aproximadamente desde los 10 hasta los 18 años, conlleva transformaciones físicas como el desarrollo de los senos y el crecimiento del vello púbico, marcadas por el aumento de hormonas sexuales. Según la doctora Carmen Guillén, ginecóloga del Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid, estas transformaciones requieren cuidados adecuados para una transición saludable hacia la vida adulta, en la cual el entorno familiar juega un papel crucial. La falta de un protocolo específico sobre consultas ginecológicas juveniles plantea dudas sobre el momento adecuado para buscar asesoría médica especializada, especialmente ante el inicio de relaciones sexuales y el aumento de infecciones de transmisión sexual (ITS) entre los jóvenes.
La importancia de una atención ginecológica personalizada es clave, según el portavoz de la Sociedad Española de Contracepción, Abel Renuncio Roba, quien sugiere que cada adolescente debería ser evaluada según sus síntomas y necesidades individuales. En este sentido, el soporte familiar es esencial para fomentar hábitos de vida saludables y apoyar medidas preventivas como la vacunación contra el virus del papiloma humano (VPH). Fomentar el diálogo abierto dentro de la familia es vital para abordar temas como la prevención de embarazos no deseados e ITS. La doctora Guillén resalta la necesidad de que los padres se conviertan en un refugio seguro donde las adolescentes puedan expresar sus preocupaciones, promoviendo así la salud ginecológica integral y fortaleciendo la confianza en la consulta médica.
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