La XXIX Cumbre Iberoamericana inició en Cuenca, Ecuador, con una notable ausencia de líderes de América Latina, marcando el evento con la menor asistencia presidencial desde su comienzo en 1991. Solo el rey de España, Felipe VI; el presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa; y el jefe de Gobierno de Andorra, Xavier Espot, se unieron al anfitrión, el presidente ecuatoriano Daniel Noboa. Tres países, México, Nicaragua y Venezuela, mantuvieron sus sillas vacías debido a relaciones rotas con Ecuador. A pesar de la baja presencia, las delegaciones trabajaron para adoptar una declaración conjunta, enfrentándose a obstáculos significativos en países que se oponen a ciertas políticas de género y a los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Además, tensiones emergieron por la propuesta argentina de eliminar del documento una condena al bloqueo estadounidense sobre Cuba.
El secretario general iberoamericano, Andrés Allamand, destacó la necesidad de mayor multilateralismo ante un escenario regional convulso. Insistió en que el encuentro iberoamericano es un espacio vital para lograr consensos y fomentar la cohesión en tiempos de polarización, llamando a «reivindicar Iberoamérica» y avanzar en reformas beneficiosas. Daniel Noboa, por su parte, subrayó el esfuerzo de su gobierno por llevar adelante la cumbre y abogó por soluciones innovadoras frente a desafíos como el crimen organizado y el cambio climático, haciendo hincapié en la inclusión laboral de jóvenes y la colaboración público-privada para fomentar el desarrollo económico. La cumbre continuará con sesiones plenarias esperando establecer acuerdos sólidos entre los países participantes.
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