En su reciente visita a Bruselas, el representante español llegó con la firme intención de redirigir el enfoque de las conversaciones hacia temas de seguridad, relegando la discusión sobre el rearme que domina actualmente la agenda europea. Esta decisión surge en un contexto donde muchos países del continente han aumentado significativamente sus inversiones en defensa debido a crecientes tensiones internacionales. Sin embargo, desde el inicio de las reuniones, se percibió una marcada resistencia por parte de otros líderes europeos, quienes insisten en priorizar el fortalecimiento militar como respuesta a las amenazas emergentes. La propuesta española fue recibida con escepticismo, argumentándose que la estabilidad solo puede garantizarse con una defensa robusta.
Al concluir su estancia, el delegado español expresó su desilusión, señalando que sus intentos de dialogar sobre un enfoque más equilibrado fueron infructuosos. «No quiero hablar sobre decisiones ya tomadas», lamentó, refiriéndose al consenso preexistente entre los estados miembros respecto al incremento del gasto militar. Este desenlace deja a España en una posición incómoda, obligada a alinearse con una política comunitaria que no coincide plenamente con su visión. La visita a Bruselas, marcada por la falta de receptividad a sus planteamientos, subraya las dificultades de impulsar un cambio en un entorno donde las decisiones parecen estar previamente definidas.
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