En el ámbito internacional, los recientes eventos han marcado un punto de inflexión en una crisis de naturaleza sistémica que amenaza con reconfigurar el panorama global. Los conflictos geopolíticos han escalado tanto en intensidad como en alcance, dejando una estela de inestabilidad política y económica que afecta no solo a las naciones directamente involucradas, sino al sistema internacional en su conjunto. Los esfuerzos diplomáticos para mediar en estos conflictos se han visto obstruidos por la falta de consenso y el resurgimiento de intereses nacionalistas que priorizan agendas internas sobre las vías de resolución pacífica.
Simultáneamente, el sistema financiero global enfrenta presiones sin precedentes, exacerbadas por decisiones políticas erráticas y la volatilidad de los mercados. Las recientes decisiones económicas tomadas por potencias mundiales han provocado un clima de incertidumbre que, junto con las tensiones internacionales, refuerzan un ciclo de desconfianza y aversión al riesgo. Este escenario ha encendido alarmas sobre la capacidad del sistema para autorregularse y plantea interrogantes sobre la viabilidad de las actuales estructuras de gobernanza internacional para abordar problemas de esta complejidad y magnitud.
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