En el escenario político chileno, el término «populismo» se utiliza frecuentemente para describir propuestas que muchos consideran demagógicas. Las iniciativas discutidas incluyen recortes masivos de presupuesto y empleos públicos, así como un controvertido aumento del sueldo mínimo a $750 mil. Estas medidas son vistas como intentos de capturar el apoyo popular sin una evaluación técnica sólida, llevando a preocupaciones sobre su viabilidad económica. A pesar de la urgencia por elevar los ingresos, los críticos argumentan que la ejecución imprudente de tales propuestas podría perjudicar a pequeñas empresas y aumentar la informalidad laboral.
El debate también se centra en el rol del Banco Central y su impacto en la economía, mientras se discuten las tensiones entre las medidas gubernamentales y la capacidad del sector privado para competir con subsidios estatales. El discurso se inclina hacia una crítica de la demagogia, en donde el “sentir popular” reemplaza la discusión técnica y factual. Con una tasa de desempleo elevada y la amenaza de desestabilización económica, el enfrentamiento de las fuerzas políticas polariza aún más el panorama, instando a un análisis más profundo y responsable de las políticas propuestas.
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