Hace un año, Donald Tusk, líder de la Coalición Cívica, declaró el fin del mandato del partido Ley y Justicia (PiS) en Polonia, marcando lo que describió como un «renacimiento» democrático para el país. En las legislativas del 15 de octubre de 2023, su coalición, con apoyos de Lewica y Tercera Vía, logró desbancar al PiS, que, aunque fue el partido más votado con un 35,4%, no consiguió los escaños necesarios para formar gobierno. Tusk y sus aliados alcanzaron una mayoría de 248 de los 460 escaños, marcando la primera vez que una fuerza liberal y proeuropeísta desaloja al nacionalpopulismo en un país europeo. Sin embargo, el desafío persiste: reinventar el Estado de derecho en un contexto donde las estructuras estatales fueron moldeadas por el PiS para consolidar su poder.
La tarea de Donald Tusk se enfrenta a importantes obstáculos, como el veto presidencial de Andrzej Duda, aliado del PiS, que complica la implementación de profundas reformas. Aunque Tusk ha avanzado en recuperar el control de los medios públicos y reducir la influencia sobre el poder judicial, la lucha entre la defensa de la democracia y las acusaciones de exceso de poder plantea un contexto de polarización extrema en Polonia. El sistema semipresidencialista, diseñado para equilibrar el poder, ahora genera una cohabitación conflictiva entre Tusk y Duda. Con las elecciones presidenciales de 2025 en el horizonte, la contienda política entre Tusk y el PiS continúa. Mientras tanto, las encuestas reflejan un país dividido, y la política exterior de la nación, especialmente en relación con Alemania y Ucrania, muestra cómo la dinámica interna afecta sus relaciones internacionales.
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