En una jornada marcada por el frío y la niebla del Tourmalet, los ciclistas se enfrentaron a duras condiciones mientras el grupo avanzaba con la cautela impuesta por el líder, Tadej Pogacar. La etapa estuvo caracterizada por un pelotón controlado y conservador, con el esloveno permitiendo pequeñas libertades antes de afrontar la travesía histórica de los Pirineos. En medio de esta contención, Thymen Arensman brilló como jinete solitario para conquistar una espectacular victoria tras una estrategia bien ejecutada con su equipo.
La jornada también evidenció el estrés abrumador de los ciclistas profesionales, comparable al de otros trabajos exigentes, como los de la salud. Remco Evenepoel, pese a su promesa y trayectoria, se vio derrotado por la presión y abandonó el Tour en un momento íntimo captado por las cámaras. En contraste, la experiencia revitalizadora de Arensman tras un viaje personal en bicicleta le devolvió su pasión por el deporte. Mientras Pogacar brillaba con su destreza, su empatía hacia Evenepoel evidenció la dualidad entre competencia y humanidad en el ciclismo de élite.
Leer noticia completa en El Pais.