Más de 1.600 millones de personas en el mundo enfrentan la falta de vivienda adecuada, un problema que se agudiza mientras el acceso a una casa propia se torna cada vez más complicado para las nuevas generaciones. La propiedad de vivienda ha disminuido significativamente, dejando a muchos viviendo en apartamentos más pequeños y costosos. Factores como el incremento en los precios de los inmuebles, la falta de políticas de apoyo a la propiedad y los altos costos de vida en las ciudades están contribuyendo a esta tendencia global.
En este contexto, las jóvenes generaciones ven el sueño de tener una casa propia cada vez más lejano, sumergidas en una economía donde el consumo predomina, pero la inversión se estanca. Este fenómeno no es exclusivo de un solo país, y se manifiesta de manera similar en diversas partes del mundo, sugiriendo una crisis estructural en el acceso a la vivienda. Las implicaciones económicas y sociales de esta situación son profundas, afectando tanto a las familias como al tejido social de las ciudades.
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